La Camisa y Las Rayas, Breve História
Torres Moda, 09 de Mayo de 2019
Una de las prendas imprescindibles en el armario de un hombre es la camisa. Seguro
que tienes o has tenido alguna, incluso, puede que tengas pensado comprarte una
para la boda o la comunión a la que te han invitado a final de mes. También puede
ser que la lleves a diario por tu trabajo y tengas un buen surtido de ellas.
En cualquier caso, no dejes de tener, como fondo de armario, una en color liso y otra
en cuadros. Y si buscas novedad, y no tienes ninguna, te proponemos las rayas.
Llevan cómo tendencia varias campañas, pero este verano han venido con ganas
de quedarse.
Siempre han estado en el armario de nuestros padres y tuvieron su gran
momento. Hasta que todos quedamos un poco saturados de tanta raya y se quedaron
las más discretas como fondo de armario o para el trabajo para llevarlas con traje.
En el comienzo de las camisas, finales del siglo XIX en Inglaterra, se ponían por la
cabeza ya que se consideraban como ropa interior y solo quedaba a la vista el cuello.
Es por ello que, antiguamente, no estaba bien visto que un hombre se quedara en
mangas de camisa en presencia de una mujer. Incluso aún existe el protocolo de no
quitarse la chaqueta en grandes eventos. El color siempre era blanco, signo de
distinción ya que era la gente adinerada la que podía permitirse lavarla a menudo
para mantenerla limpia. Por ese motivo, utilizaban cuellos postizos, así no había
que lavar la prenda entera cada vez. Incluso, cuando aparecieron las camisas en
en colores más oscuros, la alta clase social seguía utilizando los cuellos y puños de
color blanco como signo de distinción.
Según Michel Pastoureau el inicio de las rayas en las vestimentas tuvo lugar con el
regreso a Francia del Rey Luis IX tras cuatro años de fallida cruzada por Tierra Santa,
dónde conoció a algunos discípulos de la orden carmelita, monjes mendicantes que
vestían unas capas rayadas homenajeando la capa chamuscada que el profeta Elías
lanzó desde el carro de fuego que lo llevó al cielo. En el verano de 1254, el rey junto
con los monjes volvieron a Francia. Sin embargo, éstos fueron recibidos con burlas
e insultos debido a sus capas rayadas. A pesar de la insistencia de los diferentes Papas,
pasaron muchos años hasta que los monjes accedieron a cambiar su hábito rayado por
otro de color blanco. Fue entonces cuando empezaron a obligar a usar la ropa rayada
a indeseables clases sociales como leprosos, herejes, prostitutas, criminales, traidores,
incluso payasos y malabaristas. Era una manera de distinguirlos y apartarse de ellos.
Con el Renacimiento, las rayas tuvieron un ligero respiro. La revolución Francesa y los
norteamericanos cambiaron la perspectiva sobre las rayas, que empezaron a
considerarlas símbolo de libertad. Aun así, hasta bien entrado el siglo XX las rayas
eran para el atuendo de los presos.
En 1858, la Armada Francesa estableció como uniforme para sus marineros un pantalón
de pata ancha, una camisa blanca con cuello azul, un abrigo corto de lana y un jersey
de rayas que permitiría visualizar mejor a los marineros en alta mar. Este jersey debía
tener 21 rayas (una por cada victoria de Napoleón Bonaparte) en el pecho y 14 ó 15 en
las mangas, con un grosor de 1 cm las azules y 2 cm las blancas.
En 1917, Coco Chanel introdujo las rayas en su colección náutica revolucionando la
historia de la moda